sábado, 19 de julio de 2008

Kawabata

El día en el que volvió de sus vacaciones en un campamento de hippies en el sur vino para casa.

Nos tiramos en el sofá y sacó un libro de su mochila.


PP
Cuando estaba leyendo este cuento [“Casi invierno”] cayo un copo de nieve sobre el libro.


A mi me pareció tan romántico. Pero no romántico en la acepción de amoroso, sino en la de estado utópico ideal, de melancolía, de soñador.

Inmediatamente empezó a hojear el libro, como buscando un cuento, hasta que lo encontró y me lo empezó a leer en voz alta.

Después otro, y otro y otro.

Para el segundo cuento ya se le iba la voz y arrastraba la garganta:


CC
Te estas quedando sin voz, léemelo después.

PP
No, es corto, te lo quiero leer.


Y fue ese momento el que fue realmente romántico. Una situación ideal. Entré en una especie de sueño mientras miraba como trataba de leer sin ahogarse.

Así como me enamoré de el, me enamoré del libro. Lo comencé a leer, pero por alguna razón lo interrumpí.

El día que me dejó decidí terminar el libro antes de despedirnos definitivamente. Mis ojos se llenaban de lágrimas cada vez que recorrían las palabras escritas en el papel. Y la diferencia que había entre esa primera mitad del libro que leí en el verano, y la última parte era abismal. Al fin podía comprender el dolor de todos estos personajes, sus frustraciones, sus desamores. Porque yo misma lo estaba viviendo. Trataba de imaginarme que pensaba el cuando leía esos cuentos y por qué me los leyó.

Después con el tiempo comprendí que de algún modo durante ese viaje el penso mucho en mí y en ese libro a la vez, por lo que creo que debe haber para él algún tipo de extraña conexión.

Hoy empece a leer otro libro de Kawabata. Y todavía sigo pensando en aquel primer cuento que el me leyó.

1 comentario:

Princesa de Budapest dijo...

Es un libro precioso...

El leerlo no te va a hacer entender al otro, pero seguro te va a ayudar a estar mejor, disfrutalo...
Mejor llorar con Kawabata, q con una literatura mediocre...verdad?

Q estes mejor...